miércoles, 24 de septiembre de 2014

Reentré


Primera reunión del curso. Besos y caras sonrientes. Los letraheridos cada vez somos menos. Pero no decae el entusiasmo y las ganas de hablar de personajes y situaciones. Eso hacemos. Los que han leido la obra cumbre del realismo mágico, ·Cien años de soledad”, se deshacen comentando pasajes, anécdotas, detalles...Los que no lo hemos releído lamentamos en ese momento habernos perdido (por desidia, por abandono, por el peso de la nada rutinaria...) el placer de la lectura. Y el placer derivado de comentar lo que todos hemos leído juntos.
Que si Arcadios o Aurelianos, que si la soledad impregna a todos los personajes, que si la resurrección mágica o el ascenso a los cielos. Que mira tú los americanos, como siempre, malditos colonialistas. ¿Se nota la militancia progresista de Gabo o tal vez lo suyo es un estudio más elevado sobre el ser humano?
Quedamos emplazados para dentro de veinte años, otra relectura, con nosotros, ojalá, veinte años más viejos; mientras que el texto siempre es el mismo ¿o no?. Todo cambia, nada permanece dice el viejo Heráclito. No hay dos besos iguales, la poetisa Zsyborska. La relectura nos enfrenta directamente con aquellos que fuimos y quedaron en el pasado para dar lugar a lo que somos hoy. Esos lectores diferentes también fijan su atención en aspectos distintos permitiendo así que el libro transmute su contenido.
El próximo libro es el de la escritora y profesora francesa Muriel Barbery. Un pelotazo hace algunos años: La elegancia del erizo. Prometo releerlo y volver a enamorarme de esa portera escéptica que lee a Schopenhauer. Nuestro banquete está abierto a todos esos espíritus errantes que buscan consuelo en la literatura. Venid aquí estamos.


martes, 26 de noviembre de 2013

La soledad de los números primos

¿Por qué lee uno novelas? Está claro que la literatura en general y la novela en particular en una forma entretenida de pasar el tiempo, de luchar contra el tedio, de buscar el placer y la emoción.  La novela también tiene virtudes “filosóficas”. Al penetrar en la vida de los otros, aunque éstos sean personajes ficticios, estamos investigando otras posibilidades de ser, de materializar “lo humano”, que no están prefijadas ni escritas en sitio alguno. Recuérdese al respecto la afirmación de Sartre: “Todo está inventado menos cómo vivir”. La novela es una respuesta a cómo vivir o cómo no vivir. (Además podríamos decir que las “materializaciones de ficción”  tienen la ventaja sobre las “materializaciones reales” de su inocuidad).
La novela es una escuela de autoconocimiento pues al seguir la peripecia de los personajes podemos identificarnos con ellos, rechazar sus apuestas, aclararnos la complejidad de causas que influyen en la acción, o el absurdo sinsentido de las mismas. Al sernos permitido asomarnos a sus emociones, sus razonamientos, sus decisiones aprendemos a ser.
¿Qué nos aporta “La soledad de los números primos” desde su dimensión “filosófica”? ¿Qué aspectos de la novela son “útiles” para reflexionar sobre nuestra vida?.
Hay una reflexión sobre la soledad y el amor. Tanto Alice como Mattia son dos personas solitarias, individualistas, problemáticas. Su inadaptación al mundo parece provenir de traumas infantiles (el accidente, la desaparición de ………). O tal vez los traumas son el resultado de una manera de ser inadaptada. 
En el caso de Alice destaca la presión del padre por que compita. Como observador circunstancial de niños en competición creo haber visto de todo. Chavales que han fortalecido su carácter con el entrenamiento y el afán de superación, y niños que se han hundido (recuerdo el hijo de cierto entrenador que seguramente tenía las mismas tentaciones que la joven Alice esquiadora). Presión excesiva, inapropiada, proyección sobre los hijos obligados a realizar aquello que el padre no pudo. En el caso de Alice su padre exigente, omnipresente y poco amoroso que acaba convirtiéndose en un personaje irrelevante cuando alcanza la adultez.
Alice inadaptada, que busca desesperadamente integrarse en el círculo de las chicas guay, superando todas las pruebas que la inocente crueldad infantil va proponiendo. ¿No es acaso la anorexia una enfermedad provocada por la necesidad de sentirse aceptados por los demás?
El origen de la inadaptación de Mattía es también la presión familiar. Claro que la presión a que lo somete su madre cuando le obliga a acudir a la fiesta con su hermana discapacitada tiene intenciones más aceptables que las del padre de Alice. Pero al cabo también resultan nefastas. Se nos antoja excesiva la carga que Mattía tiene que soportar en el cole, en la casa, en la vida. Es un niño “bueno” pero al que su hermana le está jodiendo la vida. Aunque la quiere y por eso le acompañará  indeleble sentimiento de culpabilidad por haberla perdido. Aquí también esa inocente crueldad infantil tendría algo que decir (las reacciones de los niños en clase, incluso de la maestra, la indiferencia despectiva del anfitrión en la fiesta de cumpleaños…).
Bueno aquí están, dos almas gemelas empujadas a la soledad por las cosas de la vida. Sólos Igual que los números primos. O incluso como los primos gemelos en parejas incomunicadas. Recuerdo una peliculilla de Mercero  llamada “Los pajaritos”. Contaba la difícil relación, a lo largo de la vida, de dos personas que se gustan pero que no se atreven a declararse. No sé como acaba  ( los niños “enamorados” acaban siendo abuelos con la misma incapacidad para comunicarse) pero había incluso poesía y ternura en esa falta de decisión en los enamorados platónicos. ¿No son Alice y Mattía como esos dos que aún queriéndose no tienen esa valentía  para reconocerlo y vivir juntos su amor?
Alice y Mattía son dos enfermos traumatizados por una infancia complicada. Esas vivencias les impiden tener una relación amorosa basada en la generosidad y en la entrega. ¿No es acaso Alice desleal con Fabio al ocultarle sus problemas? ¿No tiene razón Fabio cuando la acusa de egoísta e irresponsable? Las pulsiones autodestructivas de Mattía (aunque podamos comprenderlas) le llevan a ser incapaz de tener una relación seria y madura con cualquier ser humano.  ¿Cómo explicar si no la huida furtiva de la casa de la bella Nadia? ¿O su pasividad cuando Alice se está “confirmando” como una alternativa sólida al exilio en la helada Universidad nórdica.
Hay a lo largo del libro varios momentos en los que los personajes a pesar de que saben “lo que tienen que hacer” dejan de asumir su protagonismo dejándose ir y permaneciendo inactivos. Hay una especie de fatalismo que impide a estos tomar las riendas de su vida. El mismo “decalage” que existe entre la comprensión teórica de un problema y la insolubilidad práctica del mismo.

El final de la novela es sorprendente. Uno se imagina al escritor calibrando las distintas posibilidades. El happy end de comer perdices se descarta con demasiada facilidad. Es la condena a la soledad. La imposibilidad de una relación normal y de un final feliz como en los cuentos. Son dos tarados que no están dispuestos a rehabilitarse. Ahí los deja el escritor. Sólos, cada uno por su lado, en sendos bancos distanciados por miles de kilómetros, echando pan a los patos, escépticos sobre el amor pero con un punto de felicidad en sus atormentados corazones.

miércoles, 1 de mayo de 2013

El maestro y Margarita. Mijail Bulgakov

Lectura muy interesante y divertida para todos los miembros del grupo, el simpático diablo de visita en Moscú a nadie dejó indiferente.

Las interpretaciones, como no podía ser de otro modo, fueron diferentes y enriquecedoras, desde la apasionada de Miguel relacionando al autor en su tiempo, criticando el sistema estalinista y a los miembros de la cultura oficial, a otros miembros que destacaron pasajes muy divertidos del libro.

En resumen , lectura muy atractiva y un sentir generalizado de que "El maestro y Margarita" merece al menos una segunda lectura para intentar atrapar esos detalles que en la primera lectura pudimos pasar por alto.

Historia de una maestra. Josefina Aldecoa.


Una tarde de Abril nos reunimos en la cálida compaña de nuestros cómplices letraheridos. Un Abril como el de aquel de hace más de 80 años. ¿Qué tendrá ese período de la historia de España del que no conseguimos despegarnos? A pesar del empacho una y otra vez volvemos a aquel sitio que nos explica muy bien quienes fuimos y quienes somos. La historia, maestra de vida.
Y hablando de maestras, aquí tenemos a Gabriela, nuestra maestrita, toda ilusión e ingenuidad, recogiendo las notas del último examen de la carrera. Al poco tiempo vemos  a nuestra heroína atravesando el Atlántico para llegar al último vestigio de nuestro imperio: Guinea Ecuatorial y Fernando Po. (En este punto es imposible contener la nostalgia que acerca el recuerdo de un mapa de España de vivos colores y en el que en una esquinilla, junto a las Canarias, se encuentra el destino de Joselito). Dicen las malas lenguas que Gabriela no podrá recuperarse ya de la vida palpitante del Trópico. Tampoco de aquel amor que pudo ser y no fue. La pobreza de medios suele venir, en el caso de la educación, contrarrestada paradójicamente con un entusiasmo desbordante. El de los niños y el de las maestras. Quien no se crea esto que digo que vea “Binta y la gran idea”.
Es nuestra admirada protagonista una mujer peculiar. Valiente: ¿cómo si no se podría embarcar uno rumbo a Guinea? Pero también excesivamente prudente: no da rienda al corazón loco. Es indudablemente generosa: se puede ser de otra manera siendo una buena maestra. Pero precisamente por eso nos choca su parálisis ante el entusiasmo revolucionario. El refugio en el ámbito privado (la niña, la familia, la casa) contrasta con su vocación ilustrada de cambiar la sociedad desde la educación. Hay un halo de desasimiento (¿qué diablos querrá decir esto?), como de ausencia, de extrañamiento. Es como si viendo pasar el río de la vida por su vera no se decidiera a tomar parte en él.
La segunda etapa, mejor dicho destino (“concurso de traslados” esta es la fatídica palabra), es en un pueblico que muy bien pudiera ser Juviles. Allá tuve la fortuna de acompañar a mi Gabriela particular y comprobar cómo en la España de los ochenta todavía no nos habíamos curado de los males que padece esta maestra de principios de los treinta. El alcalde maleducado y déspota, la precariedad de medios, el aislamiento en mitad de la nada, la convivencia con los niños fuera de las horas de clase. Es a pesar de todo, el momento más feliz en la biografía de Josefina, perdón Gabriela, tal vez por la claridad de un horizonte lleno de esperanzas. Tal vez el amor.
El último destino en el valle minero tiene decididamente otro color. Más negro y sombrío. Los bebés que se les mueren a las pobres e ignorantes madres en sus manos. Las invectivas reaccionarias del cura y de los caciques. El temor por la revolución aplastada. Las represalias. La cárcel. El final del sueño civilizatorio e ilustrado de la Segunda República. No hay figura que mejor encarne la belleza e ingenuidad de aquel experimento político que la de la maestra. Ideales nobles, entrega, entusiasmo frente a la España negra, triste y clerical.
Largo rato estuvimos discutiendo sobre la calidad feminista de Josefina. También sobre la pertinencia de juzgar épocas pasadas desde la actual. El debate se agitó al llegar a la República y la Guerra. Después de tanto tiempo seguimos sin ponernos de acuerdo. Seguiremos intentándolo.
PD: La torta estaba buenísima: larga vida a nuestro coordinador; sin embargo, y por poner algún pero, diría que el té estaba pelín aguado. Hermosa tarde de sol y libros. Otra pd: no dejen de ver el documental que trajo Castor sobre las Misiones Pedagógicas: es el libro.